Instituto de Estudios del Hábitat, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UNLP.
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Unidad de Investigación Nro 7

TESIS DOCTORAL

LA CIUDAD REGULAR: ARQUITECTURA, PROGRAMAS E INSTITUCIONES EN EL BUENOS AIRES POST-REVOLUCIONARIO

Autor: Fernando Aliata.

Director: Jorge Francisco Liernur.

Presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Marzo de 1998.


EMail: f_aliata@yahoo.com

INTRODUCCION

I. Hipótesis iniciales.

A comienzos de la década del ‘20, Buenos Aires produce una profunda transformación de sus estructuras políticas. Una etapa marcada por la liquidación del proyecto inicial de la Revolución, que había culminado con la disolución del gobierno directorial y la consiguiente crisis institucional que se prolongó durante todo el año 1820, tiene entonces su principio. En ese contexto, y por primera vez después de los ensayos y titubeos de la primera década revolucionaria, parece comenzar a gestarse -con la asunción de Martín Rodríguez- un nuevo orden político y socioeconómico.

Esta inédita coyuntura, marcada por la desaparición del gobierno nacional y la consolidación del poder provincial, señala la apertura de un ciclo caracterizado, sobre todo, por la promulgación de una serie de amplias reformas institucionales. La más importante de todas ellas es la constitución de un gobierno representativo y la instauración del mecanismo del voto universal para la elección de representantes, lo que posibilita la incorporación y participación de un número mayor de ciudadanos en el quehacer político. A ello debe sumársele la transformación general de la Administración y la Justicia que, en principio, deben asimilarse a un esquema que tiende a la distribución y especialización de las esferas de poder. En esta línea de acción se sitúan reformas tales como: la eliminación del fuero especial corporativo para los comerciantes y la transformación de magistraturas de raigambre colonial como el Cabildo, la emblemática institución que había sido hasta entonces uno de los ejes conductores de la política revolucionaria. Un nivel de radicalidad similar alcanzan las reformas eclesiástica y militar. La primera basada en la supresión del diezmo, la regularización interna de las órdenes religiosas, la anulación de algunas congregaciones y el paso de sus bienes al Estado; la segunda, pensada para desmantelar la pesada carga del ejército nacional y dotar a la provincia de una milicia más reducida y profesionalizada.

Este conjunto de modificaciones se asienta en una serie de reformas económico-financieras como la creación del Crédito del Estado, el perfeccionamiento del sistema impositivo y la fundación de una institución bancaria. También, en el intento de generar ingresos al fisco por el sistema de concesión de tierras en enfiteusis -tierras nuevas producto del contemporáneo corrimiento de la frontera- y una ley de fomento de la minería.

Otro tanto puede decirse del campo cultural, donde, en concordancia con la instauración del nuevo sistema participativo, se comienza a plasmar un plan de enseñanza pública, se fundan instituciones culturales como el Colegio de Ciencias Morales, la Universidad de Buenos Aires, las Academias de Medicina y Jurisprudencia y la Sociedad de Beneficencia. Se crean, además, una importante cantidad de asociaciones privadas fomentadas por el mismo gobierno y se estimula el crecimiento de la prensa periódica, cuya importancia es directamente proporcional al desarrollo de la actividad política.

Las vicisitudes de este profundo cambio han sido suficientemente estudiadas en el terreno de la historia política e institucional, e incluso reactualizados en trabajos bastante recientes que modifican en forma acentuada algunos de los supuestos más significativos que había elaborado la historiografía tradicional.

Frente a esta caracterización general del período, el enfoque que pretendemos plantear en esta tesis tiende, en principio, a diferenciarse de aquellas investigaciones relacionadas estrictamente con la historia política o la historia de las ideas. Amparándose precisamente en la singularidad e importancia de esta experiencia político - institucional, nuestra mirada se dirige inicialmente hacia un terreno que, como intentaremos demostrar más adelante, consideramos bastante poco explorado: la ciudad, los artefactos urbanos, los proyectos urbanísticos o arquitectónicos, el hábitat; es decir, las estructuras materiales que acompañan el cambio que definitivamente se está produciendo. Pero no es el objetivo de nuestro esfuerzo sólo complementar o ampliar el conocimiento con relación a la historia urbanística, sino verificar algo que la historiografía no ha negado, pero si minimizado: la existencia de un proyecto de transformación urbana que acompaña esta intensa metamórfosis institucional, y demostrar, una vez analizado este proyecto, las estrechas interrelaciones que pueden existir entre las mutaciones de la ciudad física y las modificaciones del espacio político.

En ese sentido, lo que primero descubrimos alrededor de esta relación entre estructura urbana y esfera política -cuestión que ha motivado que estas hipótesis iniciales se hayan transformado finalmente en una tesis-, es la presencia de dos niveles de registro en los cuales puede seguirse el problema.

-El primero se constituye a partir de la existencia de una convicción, en el seno de amplios sectores de la elite, de que organizando regularmente el espacio físico es posible ordenar el funcionamiento de las instituciones y, con ello, cambiar el comportamiento social, modificando radicalmente la estructura política heredada.

-El segundo se deriva directamente de la creencia de que esta nueva forma física debe servir para consolidar y ampliar la estructura material de Buenos Aires hasta transformarla en una "gran ciudad". Una metrópoli cuyo fin es fortalecer un proyecto institucional que, basado en la cultura urbana, debe necesariamente colonizar el entero territorio.

No se trata de ideas que actúan en terrenos diversos, sino que son complementarias. Es decir, al mismo tiempo que se intenta poner en práctica un nuevo modelo de comportamiento en el campo político que necesita de una regularidad urbana, se constituye un proyecto nuevo de ciudad cuyo emergente más notable es la necesidad de que Buenos Aires se transforme en una gran capital, una ciudad que siendo sede de los organismos creados por el sistema representativo, sirva como base organizativa, tanto en el orden físico como institucional, del nuevo Estado republicano.

La construcción de las ideas, del imaginario que nutre el proyecto de esta gran ciudad, proyecto que se transformará luego en uno de los acontecimientos más importantes de la historia del siglo XIX argentino, más allá de los resultados positivos o negativos que a esta acción puedan atribuirse, es en parte el objetivo central de esta investigación. En definitiva, las preguntas que estructuran en buena medida nuestro trabajo se construyen alrededor de este concepto: ¿cuándo Buenos Aires empieza a pensarse como metrópoli?, ¿porqué la elite porteña subordina la formación del andamiaje de la identidad política del Estado a esta idea de construir una gran ciudad rectora que debe necesariamente poseer una tipología formal determinada?, ¿Qué bases doctrinarias contiene este proyecto?, ¿Qué fuerza tiene esta idea para fundar una continuidad que abarca todo el siglo XIX hasta que una metrópoli distinta a la soñada se construya realmente?

Si este soporte material es tan importante para los dirigentes que emergen de la Revolución, los interrogantes que nos surgen y a los que intentamos dar respuesta abarcan, no sólo un ideario planteado, sino el discurso técnico necesario para su materialización. Es que al mismo tiempo que se manifiesta una transformación de la noción de ciudad, se produce el ingreso en el medio local de nuevos saberes que permiten percibir a Buenos Aires como una compleja totalidad urbana, lo que modifica profundamente los modos de aproximación al problema. Las preguntas que surgen son entonces distintas de las anteriores y nos permiten visualizar la escena desde una perspectiva diferente pero complementaria: ¿cómo son las estrategias de organización desde el punto de vista técnico?, ¿Qué relación existe entre los propósitos institucionales y su soporte material?, ¿Cuál es la reacción general frente a la organización de este proyecto?, ¿En qué punto se entretejen los discursos técnicos y políticos que justifican esta transformación?

Pero los interrogantes no son sólo de carácter gubernativo o técnico sino también administrativo, ya que el cambio y la reorganización de la incipiente burocracia para facilitar la constitución de los planteles profesionales necesarios es uno de los factores que puede notarse con más claridad a partir de la década del ‘20. No son solamente los letrados tradicionales los encargados del manejo de la administración, sino que ésta se despliega, se especializa, divide las funciones técnicas y de gestión, incorpora un creciente número de profesionales que, desde su saber específico, asesoran al ejecutivo, actúan como órgano de contralor y diseñan una imagen global de ciudad hasta entonces impensada. De allí que, de ahora en más, la forma urbana real, así como aquella imaginada, será la resultante del intercambio entre la elite política y este nuevo grupo de expertos. De esta relación, de la interacción de ambos sectores, surge entonces otro tipo de preguntas: ¿cómo debe ser la ciudad del nuevo Estado?, ¿Cómo deben ser sus edificios institucionales?, ¿Qué tramos del espacio urbano deben afectar? ¿Qué intereses e instituciones del antiguo orden deben reformar?, ¿Qué actitud deben tomar frente al problema de definir con precisión los límites del espacio público y el privado? Estas serán las preguntas que intentaremos responder en un debate que interpone sectores políticos, intereses particulares y orientaciones técnicas diferenciadas que entran necesariamente en conflicto.

Los diversos segmentos en los cuales hemos planteado nuestras preguntas: política, técnica, administración nos llevan directamente hacia un interrogante más abarcativo. ¿Nos encontramos, en lo que a la gestión urbana se refiere, frente a un cambio de paradigma, frente a la aplicación de una nueva manera de observar la realidad? Intentaremos ir contestando a esta pregunta en la serie de capítulos que estructuran este trabajo, ya que la respuesta no es sencilla y no puede evacuarse si no es de manera articulada desde diversos campos en los cuales la gestión de la ciudad se realiza específicamente. Por otra parte, contestar a esta serie de interrogantes nos plantea un problema que no es sencillo de resolver desde el punto de vista expositivo. Los cambios que intentamos explicitar son producto de una particular coyuntura política que se desarrolla prácticamente durante algo más de una década y poseen una íntima conexión con las aspiraciones científicas y técnicas de su tiempo, sin embargo en líneas generales obedecen a transformaciones de una más larga duración que algunas veces pueden llegar a rastrearse hasta mediados del siglo XVIII. Esa difícil articulación, que en ciertas circunstancias opone fuertemente el mundo colonial al liberalismo tardo iluminista de las primeras décadas del siglo XIX pero que también acerca los contenidos de la ilustración borbónica a las preocupaciones de los rivadavianos, es un ejercicio de una compleja dialéctica que estará siempre presente y que esperamos poder calibrar en su verdadera dimensión.

Todo esto, en principio, nos lleva a un replanteo en cuanto a los orígenes y la periodización posible de esta cuestión. Tradicionalmente la historiografía no problematizaba de ese modo el tema de la ciudad y ubicaba el inicio de todo proceso de cambio y modernización física en una época bastante posterior, más precisamente en las últimas tres décadas del XIX, cuando Buenos Aires crece desmesuradamente hasta constituirse en metrópolis. Para el período que intentamos aquí analizar existen, en cambio una serie de arraigadas hipótesis en contrario.

En efecto, en general quienes han abordado la temática son concordantes en su diagnóstico acerca de las características de la ciudad en los primeros decenios del ‘800. Se acepta comúnmente la idea de que es posible constatar -como hemos antes enunciado- notables cambios en su estructura social y política pero no así en su aspecto físico. De acuerdo a una opinión generalizada, la apariencia material del espacio urbano sólo se habría modificado de manera categórica en las postrimerías del siglo, dando los primeros signos reales de crecimiento y mutación en los decenios siguientes a la caída de Rosas. Por lo tanto la idea, el proyecto de transformación de Buenos Aires en una gran urbe, habría nacido mucho después.

A nuestro entender esta visión de la realidad ha privilegiado aquellos efectos puramente visibles y ha dejado de lado un análisis más profundo de las modificaciones surgidas justamente del campo de las ideas de la organización administrativa, de los discursos técnicos, ha soslayado el análisis detallado de la estructura espacial de la ciudad y los proyectos pensados para su transformación.

Desde esta perspectiva, que enfrenta abiertamente la concepción tradicional, aparece con claridad la idea de que los planes e intenciones de realizar un cambio, de adaptar la ciudad a una nueva coyuntura histórica, a partir de una transformación formal y funcional están presentes con intensidad, al menos desde 1821. Allí, como hemos ya anunciado, es donde podemos encontrar por primera vez desarrollada una administración homogénea para la ciudad, una idea consensuada para su desarrollo y crecimiento y, como resultado, una zonificación que estructurará al conjunto urbano por decenios.

II. Antecedentes del tema. Estado de la cuestión.

De acuerdo a lo que hemos planteado está claro que la génesis de este proyecto deberá ir a buscarse en el ideario político de fines del siglo XVIII, así como también en el cambio de la organización técnica y el saber profesional que se produce en ese momento. Este modo de aproximación tiene, en realidad, un origen reciente; no había sido hasta hace pocos años abordado en el campo internacional. Efectivamente, las hipótesis clásicas de la historiografía habían sostenido hasta ahora que las transformaciones acaecidas entre el final del siglo XVIII y los inicios del siglo XIX, tanto en el campo urbano como en el territorio, eran el resultado directo de una serie de eventos dependientes de la Revolución Industrial europea. Las últimas investigaciones, en cambio, tienden a probar que esta visión tradicional ha privilegiado los efectos inducidos y puramente visibles (nuevos materiales y técnicas constructivas, descontrolada expansión de las ciudades, etc.) dejando de lado un necesario y profundo estudio de las modificaciones internas en el espacio de las ideas teóricas del "proyecto" y las técnicas de gestión. Hipótesis que si bien no es aplicable directamente a las clásicos trabajos sobre la Revolución Industrial británica, si encuentran repercusión en el caso francés y también, como veremos, tiene importantes implicancias para nuestro objeto de estudio.

Esta hipótesis general tiene una manifestación temprana y un desarrollo reciente. Fue Sombart quien demostró, en principio, que la determinación moderna del espacio no fue derivada de la imposición universal del modo de producción dominante y, que las transformaciones más profundas se habían ya manifestado en el campo urbano en un período anterior al generalmente estudiado. En función de esta afirmación genérica y a partir de los trabajos renovadores que sobre la historia de los siglos XVIII/ XIX se han desarrollado en los últimos años, es posible pensar un cambio en la periodización del problema como en los modos de abordar la cuestión urbana. En ese sentido, la pregunta que aparece en primer término es la de los orígenes del espacio moderno y la necesidad de retroceder para su conocimiento a la época de invención de los procedimientos, las normas, los estatutos, antes que a las profundas transformaciones físicas que comienzan a hacerse visibles a mediados del siglo XIX.

A partir de estas constataciones iniciales, los historiadores del hábitat y la arquitectura en el ámbito internacional, han analizado la instalación de dispositivos de seguridad en la segunda mitad del siglo XVIII y el consiguiente desarrollo de una política de control urbano. Una política que necesita de la aparición de tecnologías cuyo resultado será, a mediano plazo, la producción de maquinarias acordes con el desarrollo de la estructura espacial: hospitales, habitaciones populares, cárceles y demás equipamientos de organización urbana y territorial que son determinantes y previos al desenvolvimiento industrial.

De esa manera, se ha reconocido en general la necesidad de profundizar el modo en que esta transformación se produce desde dentro mismo de las instituciones y su forma de organización espacial. Desde esta óptica además, se han realizado recientemente una serie de análisis sobre el problema de la nueva organización del espacio en el ámbito territorial y urbano, e incluso en el ámbito de los edificios singulares, que ha enriquecido y aumentado considerablemente los aportes iniciales, demostrando, sobre todo, la estrecha correspondencia que existe entre estos fenómenos y la formación del Estado moderno.

Debemos citar al respecto, las búsquedas del equipo dirigido por B. Fortier en Francia acerca de las relaciones entre saber médico/científico y procedimientos de definición del espacio de París durante la etapa de su crecimiento metropolitano. También, los estudios llevados a cabo en el Dipartimento di Storia dell' architettura di Venezia por G. Teyssot, P. Morachiello y R. Dubbini, que centran su atención en algunos tópicos especialmente importantes para la historia de los espacios institucionales, como el concepto de heterotopía aplicado a la estructuración de lugares urbanos, o los estudios acerca de los desarrollos de la "biopolítica" que, desde la segunda mitad del siglo XVIII, aparece como el conjunto de normas dedicadas a aislar zonas en el tejido de la ciudad para la medicalización y organización de la población a través de tecnologías y aparatos arquitectónicos. Por otra parte, cabe destacar la preocupación de dicho grupo por trabajar alrededor de las nociones de "programa" e "institución" como organizadores del saber de las disciplinas de conformación del espacio, sin olvidar los estudios que sobre el rol del Estado napoleónico en la transformación del territorio y las ciudades (de interés central para nuestro trabajo), han sido realizados específicamente por G. Teyssot y P. Morachiello. Debemos consignar especialmente, por su carácter pionero, las investigaciones de J. C. Perrot sobre la ciudad de Caen en el siglo XVIII, o los trabajos de interpretación de las transformaciones disciplinares y profesionales necesarias para la materialización de una nueva política del espacio, debidas a J. Guillerme y J. Sebestick en Francia y A. Vidler en EE.UU.

A ello puede agregar una preocupación más que emerge de la perspectiva desde la cual el trabajo desea plantearse: la cuestión de las representaciones de la ciudad, su construcción real con relación a su construcción imaginaria. G. Duby había advertido, hace ya algún tiempo, acerca del valor de las representaciones figurativas como fuentes que han sido cargadas por sus contemporáneos de <<un sentido más profundo y una visión más inmediata>> que las fuentes literarias. Se trataría, según Duby, de verdaderos emblemas que dan un espesor discursivo a mitos, ideas, imágenes y conceptos que constituyen la base del imaginario colectivo de una sociedad o de un determinado grupo social. No se trata entonces de construir una historia sólo material de la ciudad a partir de la verificación de su crecimiento, sus arquitecturas más significativas, o la evolución de la trama edilicia desde un punto de vista puramente técnico; si no de verificar además que otras cosas nos están diciendo los mudos monumentos cargados de palabras que no hemos podido todavía interpretar. Pero no sólo monumentos, también proyectos incumplidos, fantasías utópicas de organización y regulación de la ciudad y el territorio que tanto nos informan acerca de los planes políticos de la elite, sus ideas sobre el orden, la muerte, la organización posible de la sociedad, de una manera tal vez más frontal y desnuda que otro tipo de fuentes.

Frente a estas cuestiones, no podemos negar que si bien en el ámbito local se ha avanzado en el terreno de la historia urbana en los últimos años, dichos avances, en general, se han realizado sin incorporar este punto de vista y este modo de periodización ya difundido en el campo internacional. La perspectiva dominante ha sido, en cambio, -y sobre todo en lo referente a Buenos Aires-, la clásica construcción de una historia de la ciudad como historia de los protagonistas de la cultura urbana. En esta construcción el lugar físico es un contenedor de experiencias sociales y como tal, no produce en sí cambios y desarrollos que no estén estrictamente ligados a una periodización generalizable a la totalidad de las ciudades del amplio espacio geográfico latinoamericano. A diferencia de esa perspectiva, originalmente planteada por J. L. Romero en Latinoamérica las ciudades y las ideas (1976) y reiterado posteriormente en el trabajo colectivo aplicado al ámbito local compilado por J. L. y L. A. Romero, Buenos Aires historia de cuatro siglos (1983), nuestro interés estará centrado no sólo en las vicisitudes y los personajes que pueblan la escena urbana sino, fundamentalmente, en la escenografía que la acompaña. En este sentido -y nos permitimos usar para demostrarla la idea de ciudad como teatro, tan comúnmente utilizada durante el período iluminista- es que podemos hablar de una perspectiva complementaria. El fijar nuestra atención al mismo tiempo, tanto sobre la escenografía, como sobre el parlamento de los actores, puede revelarnos una serie de hipótesis imposibles de alcanzar desde una perspectiva preocupada por atender más al desarrollo de la escena. Preguntarnos acerca del contexto al mismo tiempo que analizamos el texto, o sea, cómo está construida la escenografía, quiénes son sus autores, qué relación posible tiene con la obra que se está desarrollando, pero sobre todo, qué representa, resulta uno de los objetivos principales de nuestro trabajo.

A diferencia de la rica perspectiva de J. L y L. A. Romero, cuya importancia para la evolución de la historia urbana latinoamericana es innegable, y de la cual nuestro trabajo es necesariamente deudor, en el ámbito local y en el campo estricto de la historia física de la ciudad, más allá de las primeras investigaciones que auguraban un desenvolvimiento importante del tema, como las desarrolladas en el seno del Instituto de Arte Americano de la FAU/UBA durante los años ‘60, no encontramos elaboraciones posteriores que evolución en a partir de la interpretación de los fenómenos dadas por los primeros autores. Si bien la mayoría de los trabajos han abandonado la hipótesis de aparente inmovilismo de la ciudad durante el período, no han avanzado mucho más allá de las consideraciones generales sobre el problema. En ese sentido, debemos señalar el breve y ya clásico Evolución de Buenos Aires en el tiempo y el espacio desarrollado por el equipo del Plan Regulador de Buenos Aires (1949), que se ha mantenido y acrecentado en estudios como: La Gran Aldea de R. Figueira, contenido en el ya citado: Buenos Aires, Historia de cuatro siglos (1983), Buenos Aires de M. Gutman y J. Hardoy (1993) o Buenos Aires, evolución histórica de R. Gutiérrez (1990).

De acuerdo a lo expresado, no puede pensarse que éstos sean trabajos que agoten la cuestión. Por el contrario, se trata de obras globales sobre la historia de Buenos Aires que no profundizan más allá del tratamiento de fuentes secundarias y utilizan, para la caracterización de la historia urbana, las hipótesis más difundidas de la historia política o económica sin verificar en profundidad su correlato con el campo más específico de la ciudad. En algunos casos, como en los libros de Gutman y Hardoy o el artículo de Figueira, priman las concepciones más modernas; en otros como el de Gutiérrez, la cuestión se retrotrae al tipo de argumentos sobre el período que encontramos en las construcciones que el revisionismo histórico realizó con relación a la historia política.

De allí que, a diferencia del campo internacional, en el cual se ha producido una verdadera revolución en la consideración de esta fase histórica, en el orden local los resultados de los últimos años se limitan a pasar demasiado apresuradamente sobre el período a la búsqueda de arribar a aquellos momentos de la historia de la ciudad considerados tradicionalmente más densos. Aunque la serie de trabajos que hemos aquí citado demuestran que han existido esfuerzos más sistemáticos para compendiar y sistematizar la información, no se ha abandonado el terreno de la indagación sumaria. Más allá de esto, también sorprende en la estructura de esta última producción, la falta casi total de referencias externas y la insistencia sobre el valor absoluto de las fuentes documentales locales, -sobre todo en Gutiérrez y Hardoy/ Gutman-, así como la difusa ubicación de los objetos de estudio analizados dentro del contexto más general de los debates de la disciplina arquitectónica en las primeras décadas del siglo XIX. Resulta notable además, esta debilidad del análisis físico de la ciudad si la comparamos con lo realizado para la segunda mitad del siglo XIX, donde existen trabajos específicos que han marcado notablemente el desarrollo del campo, como el ya clásico libro de Scobie: Buenos Aires del centro a los barrios (1977), o el más reciente de Liernur y Silvestri: El Umbral de la metrópoli (1993).

Una lectura diferente, en cambio, aparece en trabajos correspondientes al ámbito de la historia política, social, cultural o de las ideas. Nuevas lecturas de la historia electoral o la sociabilidad urbana, han realizado aportes significativos en la dirección que estamos señalando, ubicando a Buenos Aires posrevolucionario en una esfera de complejidad creciente que está lejos de agotarse. Pilar González Bernaldo ha planteado, en una reciente tesis doctoral, la relación directa entre crecimiento de los modos de sociabilidad urbana y la estructuración de la idea de nación que se apoyaría precisamente en la armazón institucional generada en Buenos Aires para proyectarse, posteriormente, al país todo. El trabajo de Marcela Ternavasio, en cambio, ha demostrado la importancia que el sistema representativo y las elecciones adquieren en el escenario político de la ciudad y su campaña; y también cómo el sistema electoral produce una temprana modernización institucional que tendrá consecuencias profundas en la formación del espacio político. A ello debemos agregar las recientes hipótesis de Jorge Myers sobre la relación, ya en el período rosista, entre el pensamiento político rioplatense y el republicanismo clásico, abriendo perspectivas metodológicas basadas en algo infrecuente en la historiografía de la primera mitad del siglo XIX: la puesta en contacto de la enciclopedia mental que podían poseer los miembros de la elite con los resultados de la práctica política.

Estimulantes para el desarrollo de los estudios sobre el período han resultado también los trabajos del grupo de investigadores del Seminario de Historia Argentina del siglo XIX, realizados bajo la dirección de José Carlos Chiaramonte alrededor de la formación del concepto de nación y la consideración local de la problemática sobre la esfera pública, introducida por Hilda Sábato en relación con la historia política y electoral de la segunda mitad del siglo XIX.

A todo esto debemos agregar los trabajos planteados desde una perspectiva de historia social aplicada al medio urbano, que nos muestran una dinámica diferente y una serie de hipótesis enriquecedoras. Nos referimos fundamentalmente a la tesis de M. D. Szuchman y las investigaciones de S. Socolow, aplicadas al período inmediatamente precedente.

Lo expuesto hasta aquí implica un diagnóstico: existe una disociación entre una historia urbana de Buenos Aires con interesantes propuestas desde la perspectiva social, y una historia física de la ciudad que presenta una notable ausencia de investigaciones que profundicen más allá de una información general. Dicho diagnóstico, aunque someramente planteado, justifica, de alguna manera, la necesidad de trabajar con un espesor más amplio sobre las fuentes y los archivos existentes, para entender con más claridad este período. A ello debemos sumar, además, nuestra intención de integrar la clásica historia de los actores urbanos con una historia del los ámbitos físicos que incorpore las innovaciones producidas en el campo internacional que anteriormente hemos descripto.

Finalmente debemos aclarar que los argumentos que analizamos previamente, en cuanto al desarrollo del campo disciplinar en un contexto más amplio, nos llevan a considerar uno de los problemas fundamentales de nuestra tesis: aceptar que no necesariamente debe esperarse una masiva aparición de signos materiales para establecer el inicio de la modernización urbana, ésta parece desarrollarse en concomitancia con la modernización política. La cuestión será entonces atender, en este contexto de pervivencia de formas del pasado y aparición constante de innovaciones, al modo en que los cambios se van gestando y hacia donde apuntan.

De todos modos es necesario advertir un problema. Las relaciones más que obvias que la ciudad y sus elites mantiene con una esfera plurinacional desde los inicios del siglo XIX, la procedencia extranjera de la mayoría de los técnicos llamados a organizarla, su temprana inserción en el circuito económico mundial, la adopción de nuevas técnicas de modernización, puede invitarnos rápidamente relacionar casi mecánicamente las hipótesis elaboradas en un contexto más amplio con los fenómenos locales. Sin embargo, esta relación se presenta mucho más compleja y ofrece reflejos inesperados cuando las técnicas, los procedimientos, la serie de medidas "invisibles" de un nuevo estatuto legal y jurídico deben actuar sobre este universo diferente de aquel donde fueron creadas.

III. Problemas y metodología.

En último término nos interesa aclarar aspectos de carácter metodológico. La idea que alimenta este trabajo necesita de un tratamiento desusado de las fuentes y la bibliografía. No puede pensarse una historia urbana de Buenos Aires desde esta perspectiva sin entenderla como una red de historias que se superponen en un espacio físico. De allí la necesidad de plantear cada capítulo como una historia en si misma, un surco realizado en una dirección determinada, sin que importe mantener necesariamente una continuidad con la narración precedente. Esto producirá en el conjunto tal vez la sensación de fragmentariedad del orden con que este trabajo se presenta. Sin embargo, como lo demuestran investigaciones cuya intención es mostrar un fresco panorámico de una ciudad como Viena de Fin de siglo de Carl Shorske o Venezia e il Rinascimento de Manfredo Tafuri, es ésta una de las formas más productivas que un artefacto urbano presenta para ser analizado dentro de su compleja manifestación.

A manera de ejemplo podemos decir que deberemos conectarnos con la historia de las representaciones, de la cartografía y el dibujo, para analizar los documentos gráficos que nos informan acerca de la evolución y crecimiento de la ciudad y la necesidad de una mayor exactitud para su conocimiento y control que surge durante el período; con la historia de la Administración y la evolución de las técnicas de proyecto y gestión, para entender la reestructuración burocrática y la organización de políticas globales acerca de lo urbano, que pone de manifiesto el grado de ruptura y radicalidad con respecto a lo actuado sobre la ciudad anteriormente; con la historia del urbanismo, de las formas de trazar la ciudad y la ubicación de los edificios para interpretar en el espacio las consecuencias de la organización administrativa. También con la historia de las ideas acerca de la higiene urbana, su relación con los modos de vida y las particularidades locales, para entender la formación de una política sanitaria que empieza a cobrar una importancia inusitada hasta entonces. Los métodos de la historia cuantitativa y el trabajo con datos censales de carácter general, para explicar la forma del crecimiento poblacional; el empleo de la series tipológicas y la historia del espacio privado, para comprender el desarrollo edilicio. El uso de la historia de la arquitectura, pero también de las ideas, para explicitar la directa relación entre los monumentos construidos durante la época y la organización de la sociedad; finalmente la lectura de la fiesta revolucionaria como representación del imaginario del nuevo Estado que debía hacerse realidad en pocos años.

Esta serie de registros, plantea el desafío de integrar y mezclar géneros que van, desde la cultura material y técnica, a las representaciones artísticas y políticas, cruzadas con la tradición de la historia urbana y la historia de las ideas.

Finalmente convengamos que, más allá de la rica bibliografía producida en el campo internacional que hemos señalado, utilizamos para la realización del trabajo fuentes primarias de extraordinario valor que todavía no han sido debidamente relevadas. Nos referimos a los documentos sobre la gestión de la ciudad que pueden encontrarse en la Sala X del Archivo General de la Nación y fundamentalmente en el Archivo de Policía. También aquellos que tratan sobre la ciudad de Buenos Aires durante el período en las diferentes secciones del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Otro archivo todavía desconocido, que ha sido utilizado en la elaboración de esta tesis, es el de Carlo Zucchi; un conjunto de documentos recientemente hallado en Italia y que consta de más de 1000 piezas gráficas sobre el período referidas a Buenos Aires y otras ciudades del área, además de un núcleo importante de documentos oficiales sobre la gestión urbana. Una trascendencia relevante ha adquirido también la lectura cuidadosa de la serie de comentarios que sobre la ciudad y sus instituciones reproduce la prensa periódica. Entendemos que todo este conjunto de fuentes sólo es posible de ser comprendido desde un enfoque que nos permita interactuar conectando historias que son antagónicas o requieren metodologías diferenciadas. Un desafío este último, de la cual esta tesis quiere ser un laboratorio experimental.

 

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